¿Tuvimos un hijo

Capítulo 207

Al final del día, la contienda por el puesto del director adjunto comenzó a sentirse como una competencia de quién tenía más ricos, en donde el ganador de ambas categorías tendría la ventaja; esto sin incluir sus ventas reales de la tienda. Anastasia aprendió a las malas que se estaba quedando atrás, pues llevaba cinco años en el extranjero y tenía tiempo sin mantener contacto con ninguno de sus antiguos amigos y familiares. Lo peor de todo era que, aunque consiguiera contactarlos, estos no podrían darse el lujo de comprar joyas costosas. Ella suspiró mientras estaba sentada en la oficina de la gerente y, tras examinar varias estrategias de mercadeo, solo pudo concluir en que ninguna le funcionaría. En ese momento, seis coches se detuvieron frente a la tienda Burgués, donde hombres y mujeres vestidos con diferentes estilos entraron por las puertas. Los asistentes de ventas, que estaban conversando entre ellos, se separaron y se acercaron a saludar a los clientes. Lo sorprendente fue que los clientes eligieran piezas de joyería de alta categoría. En menos de diez minutos, dos de los clientes se fueron con joyas que valían millones; en media hora, las ventas de la tienda subieron a ocho millones. —¡Hay grandiosas noticias, señorita Torres! Un grupo de clientes pasó por la tienda y se interesó por los artículos de la colección principal. ¡Nuestras ventas llegaron a los ocho millones justo ahora! Tendremos que conseguir más mercancía de la sede, enseguida. —¿Cómo? —Anastasia estaba tan sorprendida que se levantó, pensando: «No puede ser, ¿en serio tengo tanta suerte?». Esa tarde, ante el repentino aumento en las ventas, ella y la gerente elaboraron dos estrategias distintas. Como la tienda aún tenía artículos de regalo en inventario, colocaron un cartel en la puerta para promoverla una actividad de sorteo. El segundo plan que elaboraron consistía en que Anastasia pagara treinta mil de su propio bolsillo para pagar un mes de publicidad en los centros comerciales principales. A las 4:00 de la tarde, Anastasia se fue del trabajo para recoger a Alejandro de la escuela. En cuanto se bajó del coche, por instinto, volteó a mirar el estacionamiento junto a la escuela. Entonces, se percató de que había un Rolls-Royce al lado, cuya placa era única como el vehículo: solo Elías podía ser el dueño de ese coche. Para su frustración, ese hombre había recogido de nuevo a Alejandro de la escuela, por lo que comenzó a preguntarse qué estaba tratando de demostrar. Aún estaba disgustada cuando vio a Alejandro saliendo a saltos de la escuela en su dirección, tomado de la mano con Elías. —¡Mami, mami! —la saludó, saltando hacia ella, quien estiró los brazos para atraparlo—. Mami, el señor Palomares dijo que nos invitaba a cenar —le informó con alegría. Al oír esto, Anastasia alzó la mirada para mirar a Elías e hizo un gesto con la mano para rechazar su oferta. —Puedo encargarme de la cena ahora que mi mano está mejor; no será necesario. Debería irse si tiene cosas por atender, presidente Palomares. —No tengo nada que atender. Vayamos a tu casa a cenar —sugirió él. Cuando miró su expresión de cansancio, añadió con empatía—: Si estás cansada, podemos salir a cenar. —No lo estoy. Además, de todos modos, prefiero mis comidas caseras —contestó Anastasia, sin querer que el hombre le arruinara el paladar a Alejandro con comida costosa. —Muy bien entonces. Iremos juntos a comprar víveres. Con esto, cargó a Alejandro en los brazos y se dirigió al coche. Anastasia estaba a punto de irse con ellos, cuando una madre se le acercó corriendo y, con envidia, le dijo: —¡Qué suerte tienes, Anastasia! ¡Tienes un esposo apuesto que te ayuda con tu hijo! No se parece en nada al vago de mi marido; no recuerdo la última vez que lo vi en casa. —Anastasia forzó una sonrisa, quedándose sin palabras. La madre añadió—: ¡Nunca vi a alguien tan guapo como tu marido! Creo que es más guapo que cualquier famoso. Aun así, ten cuidado: debes vigilar a un hombre guapo como él. Después de todo, ¡nunca se sabe si hay una mujer esperando para echársele encima! La sonrisa de Anastasia se tensó, pero asintió con la cabeza y contestó con amabilidad: —Entendido, lo tomaré en cuenta. Alejandro ya estaba en el asiento cuando ella subió al coche. Ahora mismo, estaba algo indecisa y no estaba segura de si era una buena idea que ella y Elías siguieran así. Aquella noche, ella preparó unos cuantos platillos para la cena, mientras que Elías y Alejandro dejaron los platos limpios. Luego, comieron el guiso de rabo de toro, del que ella estaba segura de haber estropeado. Como a Alejandro le gustaba bajar al parque infantil comunal, Elías decidió llevarlo allí, mientras Anastasia estaba distraída. A las 8:30, Anastasia terminó de acomodar los platos y de limpiar la casa. Salió con un vaso de agua al balcón, pero justo cuando estaba bebiendo, se dio cuenta de que, sin reaccionar, estaba tomando del mismo vaso que usó Elías.
 
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