Capítulo 21

Con sus grandes y brillantes ojos, miraba furiosa a Aspen, pero se contuvo de ponerle una mano encima.

Por eso se sintió aún más injusticiada.

¡El sinvergüenza estaba justo ahí y no podía ni golpearlo ni insultarlo!

La ira de Carol no tenía dónde liberarse y, de repente, empezó a llorar con un grito,

“¿Cómo puedes ser tan despiadado? ¿No te bastó con todo el daño que me has hecho? ¿Qué más quieres de mí? ¿Qué es lo que planeas hacer? ¡Ay, ay, ay…!”

Al verla llorar, Aspen se quedó pasmado.

Le vinieron a la mente imágenes de la noche en que la madre de Miro lloraba debajo de él. No había luz en la habitación, no pudo verle bien el rostro y, como estaba medio drogado, ni siquiera recordaba su voz.

Pero cuando besó las lágrimas de sus ojos, supo que estaban ahí.

No sabía por qué, al ver llorar a esta mujer frente a él, le recordaba a aquella otra, pero en ese instante, su corazón se ablandó, sintió compasión, dolor, incluso ganas de levantar la mano para secarle las lágrimas.

Sin embargo, al instante, volvió a fruncir el ceño.

Ella no podía ser aquella mujer. La madre biológica de Miro era mucho más dulce que esta loca delante de él.

Aunque esa noche no estaba completamente lúcido, sabía que había estado con una chica tierna, tan mansa como un gato sin malicia…

No como la que tenía delante, que parecia una fiera tigresa.

Aspen exhaló profundamente y al volver a mirar a Carol, su mirada se tornó impaciente,

“¡Cállate! ¡No llores!”

mí? Me has hecho tanto daño… ¿Acaso no te duele lá

se sentía miserable y cuanto más

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que podría olvidar el sufrimiento y la humillación, pero ver su cara le hacía

seis años, ahora volvía a surgir. ¿Le

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registrar a sus hijos, y sin poder dejar

millones

era un completo

vuelto ciego y la habla elegido a

de soportar, jay, ay, ay, ay…

vez que Carol perdía el control desde que

madre, habla salido de la tristeza, poro hoy, al ver a ese hombre salvaje,

era la persona que habla estado buscando con tanto afán, tampoco

porque de repente había acumulado una deuda de cincuenta millones, su vida habia dado un vuelco, y por

eso, Aspen estaba aún más irritado con ella.

arrepentimiento, sino resentimiento, su forma

porque necesitaba hablar con ella, ya la habría echado.

calles!” Aspen la amenazó con la cara oscurecida por

como una pequeña fiera enloquecida, gruñó con ganas

mandibula y le

a ver a tus hijos por el resto de

frenó en seco, “¿Qué… qué dijiste?”

me crees, ¡inténtalo!”

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