Capítulo 4

si alguien mirara más de cerca, notarían que la chica parecía aturdida. Adina aplastó el arrepentimiento y la tristeza en su corazón antes de reírse y decir: “Estás despierta, Mel. ¿Quieres leche o agua?” No hubo respuesta. La niña se quedó mirando las nubes fuera de la ventana. Su comportamiento era tan distante y distante como siempre. Adina frunció los labios. El autismo de Melody estaba empeorando. Era una de las razones por las que repentinamente había decidido regresar al país. “Traeré un poco de leche para ti, hermana. Toma, sujeta el mango. Bebe de esta manera. Así es. No ensucies tu camisa. Alden le entregó la leche a Melody y pacientemente le recordó cómo beberla. A pesar de que no recibió respuesta, todavía hablaba con ella sin parar. Adina alborotó la cabeza de su hijo. Él fue la mayor bendición en su vida. Si no lo hubiera tenido cerca, no sabía si podría haber superado los últimos cuatro años. “Mami, si continúas alborotándome el cabello, se desordenará”, gruñó Alden con disgusto. Adina se rió. “¿Todavía eres joven, niño, y ya eres vanidoso?” Mientras la madre y el hijo conversaban todo el tiempo, el avión llegó a Sea City. Adina llevó a sus hijos a recuperar su equipaje, pero fue detenida por una conmoción en el área por delante. Un niño de no más de cinco años se lanzó a sus brazos presa del pánico. Se veía genial con una gorra de béisbol y una chaqueta de traje, y sus zapatos de cuero dejaban claro que era hijo de una familia rica. Adina no quería meterse en problemas, así que una vez que lo ayudó a ponerse de pie, dio un paso hacia atrás. Pero el niño le tomó la mano. “Alguien está tratando de atraparme. Si me ayudas, haré cualquier cosa por ti. Harold Winters miró a la mujer frente a él con la barbilla levantada. Desprendía un aura imponente a pesar de su edad. “¿Quién está tratando de atraparte?” preguntó Adina. Miró fijamente a los ojos del niño y, por alguna razón, sintió una cuerda en su corazón. Justo cuando Harold quería responder, la gente lo alcanzó y lo rodeó. “¡Maestro Harold, deja de correr! ¡El maestro se enojará!” “Maestro Harold, ¡Vuelve con nosotros, por favor! Los guardaespaldas le suplicaron que regresara con el dolor en sus rostros. Harold se

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